Yo me largo tour. No sin mi perro, el Proloco Prólogo
Una Citroën Jumpy; mi perra, Nika, una boyero de Berna un poco loca, y yo partimos hacia la aventura en el Yo me largo tour. No sin mi perro, también conocido como Crazy Europa tour, quizá mi último Vuelo. Digamos que antes de consumirme en la agonía diaria prefiero irme a lo grande; gastando mis últimos créditos en ver mundo y contarlo: ya no tengo filosofía de Vida, sino filosofía de Visa.
Quiero conducir por Europa y llegar lo más lejos posible.
Alicia Misrahi
La corriente de pensamiento general me recomendaría no hacer esta locura y quedarme en casa para intentar conseguir un trabajo de lo que sea mientras como garbanzos y pasta e intento eliminar cualquier gasto superfluo. ¿Más? Hace tres años que no compro nada de ropa, ni libros ni zapatos ni voy al cine ni a la peluquería ni… consigo ningún trabajo nuevo.
¡Me rebelo! ¡No quiero seguir viviendo así! Quiero ser dueña de mi camino y mi destino.
Una rebelde que lucha contra sus miedos
Hace tres años que busco trabajo de lo mío y de lo que sea, que hago mercadillos de segunda mano para ganar cuatro chavos y que acepto trabajos esporádicos para ir aguantando: lo mismo te transporto una galleta, que te fabrico un halcón, que te vuelo una mudanza, que te paseo una cerveza, que te pinto un perro, que te sirvo un mueble.
Ya no sé ni quién soy.
Tras quince libros publicados, he dejado de escribir. Ni una línea en meses. La angustia y la sordidez del día a día, el buscar el queso rallado más barato del mercado, me están aniquilando. Total para aguantar sólo un poco más…
Cuando decido partir debo 4.000 euros de la Visa y la deuda sigue creciendo por culpa de «lujos asiáticos» como pagar el alquiler, comer o comprar unas gafas porque veo fatal (tengo siete dioptrías en cada ojo, unas gafas son para mí un tesoro y una fortuna). Tengo «suerte»; tengo un crédito amplio, fruto de épocas mejores y de hacer malabarismos con el dinero y mis deudas.
Con Nika al fin del mundo
Amo a los animales; por eso, Nika, mi perra loca, vendrá conmigo y, también por esta razón, me gusta referirme a mi aventura como «El Gran Vuelo» o «El Último Vuelo», dependiendo de mi estado de ánimo un poco fluctuante. No sin mi perro. Nunca.
Este concepto me hace pensar en las aves rapaces y en mi amiga halconero a la que a veces ayudo a volar sus pájaros: una búho de Bengala que me reconoce y me saluda cuando me ve, Azahara; un aguililla de Harris, Pepe, y una búho africana, Wishibi. Tengo pendiente aprender a manejar el señuelo para hacer bailar en el aire a su halcón peregrino, Quitu. Volar un pájaro es lo más parecido a volar que he sentido jamás.
Cuando comunico a mis allegados y a algunos lejanos que me voy, casi todo el mundo me dice que es una locura y objetan que no puedo ir sola por el mundo. No voy sola, voy con Nika.
Mi padre sentencia, consternado, que es una mala noticia (tiene pavor de que me pase algo) y unos amigos de mi padre se ofrecen para convencerme de que no lo haga… y eso que ya tengo una edad… Me da la risa cuando me entero.
Lo siento (es un decir), me iré; no soy «normal» si normal significa renunciar a tus sueños, pasar por el aro para no llegar ni siquiera a mediados de mes, acumular deudas y no ver nunca salida.
Elijo vivir en lugar de consumirme entre garbanzos y miserias.
Jesús es el primero en apoyarme. Es mi amigo, mi mejor amigo, mi compañero, y su casa en Gerona será la primera parada para acabar de mentalizarme, hacer los últimos preparativos y proceder a mi rearme moral final. Jesús también será mi contacto en España.
Mi amiga la halconero, mujer de temple con dos grandes pasiones –las aves de presa y la danza– y muchas pasiones de todos los tamaños, también me apoya y abre el guante para que vuele libre. Mi madre me empuja: «vete, una de las dos tiene que vivir la vida».
Filosofía de Visa
El resto de mi entorno está preocupado, alarmado, asustado… Yo ya he vivido en el miedo: miedo a perder mi casa de alquiler, miedo a quedarme en la calle, miedo a no encontrar un trabajo digno nunca más, miedo porque mi deuda crece y crece y me estoy ahorcando, miedo a caer en una depresión definitiva, miedo a no aceptar cualquier trabajo y que me juzguen y condenen por ello… Me voy de viaje a la aventura para aparcar todos esos miedos, para dejarlos atrás y volver con una mirada nueva y nuevas experiencias que pueda contar en reportajes.
Cuando vuelva, mi deuda será mayor y mi crédito se acabará finalmente, seguramente unos meses antes que si me quedara. Ésa es la única diferencia. Asumo el riesgo, elijo vivir, elijo viajar, que es una de mis grandes pasiones. Escojo la libertad.
Autopista y mantita
Al salir de Barcelona, tengo claro lo que quiero: un viaje por Europa sin metas ni objetivos ni presiones. Simplemente el placer de conducir y llegar a algún sitio, disfrutarlo, vivirlo, y no caer en la angustia del viajero: esa necesidad agobiante de verlo todo y de no perderse nada. Durante el viaje, me doy cuenta de que, a pesar de mis buenos propósitos, tengo tendencia a sentirmeculpable si no veo todos «los sitios interesantes» de una ciudad o pueblo; supongo que forma parte de mi perfeccionismo a ultranza. Continuamente tengo que pactar conmigo misma para darme paz o, al menos, dejarme en paz.
Como voy con Nika sé que no podré entrar con ella en museos o exposiciones, pero está asumido. También es posible encontrar una residencia canina por 10 o 15 euros al día, incluso en Cracovia.
Al partir, pensaba que el viaje no es el destino, sino el camino y todo lo que ocurre en él y que cualquier inconveniente, desaguisado o problema forma parte del viaje.
Viaje al profundo interior
Entre Annecy y París, pasando por Viena, Cracovia, Praga y Ámsterdam, he aprendido que un viaje, sobre todo de estas características (más de 8.000 km como única conductora, 40 días fuera), es también un viaje a tu interior, a tus miedos, a tus pequeñas felicidades, a tus prejuicios, a habilidades que ni siquiera sospechas que tienes, a inseguridades, a encuentros divertidos, a la ansiedad, a la alegría de vivir…
Nika, 10 años, boyero de Berna y el ser más alegre que conozco, ejerce las funciones de amiga, protectora y relaciones públicas, pues tiene una cara y una expresión tan adorable que el 80% de las personas sienten el impulso irrefrenable de tocarla. Algunas hasta se dan cuenta de que al otro lado de la correa estoy yo.
Nika tiene cara de buena, pero es una gran guardiana, me adora, la adoro. Sé que haría cualquier cosa por mí, sabe que haría cualquier cosa por ella.
No sin mi perro, no sin Nika
La adopté cuando tenía cinco años y medio y nuestra relación ha ido creciendo desde entonces, es mi perro y lo sabe y siente así. Soy su Dios y, como tal, la guío y, a la vez, le doy la libertad de ser cómo es: la loca que no calla cuando vuelvo a casa o cuando vamos a salir de paseo y mi sombra tanto dentro como fuera de casa. Tiene opiniones propias y las respeto; entre ellas, su filosofía de vida que podría resumirse en «si hay que ir se va, pero ir por ir es tontería». Sólo acude a algún lugar o corre si es estrictamente necesario o si le apetece en ese momento. He aprendido y aprendo mucho de ella. También es capaz de ir a cualquier sitio o montarse sobre cualquier artefacto, por inestable que sea, si yo voy delante.
¡Europa, allá vamos!
Siento un leve encogimiento en el estómago, de inquietud, de nervios, incluso hasta de miedo, de ansia por viajar, pero primero haré una parada en casa de Jesús para acabar de armarme de valor. Nika sube a Frago la furgo sin dudar: No sin mi Alicia. «No sin mi perro», le digo yo con una gran sonrisa ilusionada.
Explora Yo me largo tour. No sin mi perro:
Yo me largo tour. El viaje
París siempre será Nika