Alcahueta real. Luis XV y la marquesa de Pompadour
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Marquesa de Pompadour, amiga y confidente
Cuentan que el consejo vital que le dio su madre, la señora Poisson, a la entonces llamada Jeanne Antoinette Poisson, futura marquesa de Pompadour (1721-1764), y amante de Luis XV (1710-1774) fue: «¡Le c…et la bouche»! Il n’ y a que ça pour retenir un homme!» (El c… y la boca! No hay nada mejor para retener a un hombre». Curiosamente, una adivina, Madame Lebon, le predijo, cuando era niña, que sería la amante de un rey.
Luis XV y Jeanne Antoinette se conocieron en febrero de 1745, en una fiesta de disfraces. En ese momento ella estaba casada con Carlos Guillermo Le Normant D’Étiolles, con quien contrajo matrimonio el 9 de marzo de 1741.
El primer encuentro sexual entre el rey y la dama fue en abril de 1745, pero
no fue precisamente para tirar cohetes. Como amantes duraron cinco años, ya que la marquesa no era una mujer especialmente fogosa, pero tuvo la astucia suficiente para convertirse en su confidente y en su proveedora de mujeres, que escogía con esmero, atendiendo tanto a su belleza como a que no pudieran convertirse en rivales suyas. El matrimonio de Jeanne fue disuelto y el rey le otorgó el título de marquesa de Pompadour, cuentan que porque rimaba con amour.
La reina y la marquesa de Pompadour, dos buenas amigas
La esposa de Luis, María Leszczinska, hija del rey de Polonia, la acogió benévolamente y la marquesa correspondió intercediendo por ella ante el rey para que la tratara mejor. Los hijos del rey llamaban a la amante real «mamá puta». Con María, el rey tuvo 10 hijos y hubiera seguido si ella no le hubiera cerrado las puertas de su dormitorio cuando tuvo un aborto en 1738.
La Marquesa de Pompadour se convirtió en árbitro del buen gusto en la corte y patrocinó a escritores como Voltaire y escultores como Pigalle. También controlaba la política y llevaba al rey en la dirección en la que quería.
Cuando murió, el rey contempló en silencio como se alejaba el cortejo fúnebre. Dos gruesas lágrimas cayeron de sus ojos: «Es el único homenaje que puedo rendirle» -le dijo a Chamfort, en cuyo brazo se apoyaba.
La sucesora, Jeanne du Barry
En 1768 Luis adquirió su última querida importante, la sensual Jeanne, futura Condesa Du Barry, de quien se decía que era hija de una prostituta y un monje. El amante de Jeanne, Du Barry, la había preparado para convertirse en amante lujosa, y el rey quedó impresionado al conocerla. Sin embargo, dijo que para presentarla en la corte había que casarla primero. El matrimonio se celebró con un hermano de Du Barry.
Jeanne no tenía las maneras exquisitas de la marquesa de Pompadour, gastaba a manos llenas y fue notoriamente infiel al rey, quien no se daba por enterado pues entre sus brazos olvidaba que ya era un viejo, en sus propias palabras. Caída en desgracia a la muerte del rey, se retiró a Louveciennes donde vivió tranquilamente hasta el estallido de la Revolución Francesa. Sin imaginar que la vigilaban, viajó con frecuencia a Londres para intentar salvar una parte de sus riquezas y joyas. En septiembre de 1793 la detuvieron acusada de evasión de capitales. Madame Du Barry fue una de las víctimas de la Revolución francesa y murió guillotinada.
Las amantes del rey
Parece ser que a Luis XV le inició en el amor Madame de Falaris, una sensual noble que había sido amante de su tío abuelo Felipe. Cuando su esposa María le cerró la entrada a su lecho, Luis ya tenía de querida a Madame de Mailly, una de las cinco hermanas De Nesle. Luego Luis se enamoró de Madame de Vintimille, hermana de Mailly, quién murió al parir un hijo suyo. Luis XV fue el azote de las hermanas De Nesle, ya que también acabó con Madame de Chateauroux, quien murió de la pulmonía que contrajo cuando acudió en una fría madrugada a satisfacer las exigencias sexuales del rey.
Se cuenta que el rey acabó construyendo en el Parque de los Ciervos una modesta casita donde se beneficiaba a sus víctimas de forma que no se oyeran sus gritos. Aunque la leyenda cuenta que 1.800 muchachas pasaron por ahí, en realidad no fueron tantas y, como mucho, pasaron por la casa de dos en dos. A las muchachas se les hacía creer que el rey era un conde polaco.
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